jueves, 6 de abril de 2017

Quiero que alguien salir con alguien,pero no con cualquiera. Quiero salir con alguien que quiera enamorarme, que hoy vea mi corazón desilusionado y me ayude a reanimarlo. Quiero que alguien me abrace fuerte y me haga sentir protegida y contenida. Quiero sentirme deseada de nuevo, sentirme atractiva con mi gordura y mis cicatrices. Quiero sentirme acompañada, ver la sonrisa de ese alguien y sonreír por ella. No tengo tiempo para malas experiencias, no quiero llorar por amor, pero me duele el corazón y el olvido. Qué triste que es querer a alguien y que ese alguien, literalmente, deje de quererte de un día para otro. Duele demasiado y no sé qué hacer con estos sentimientos. ¿Habré sido tonta? Tal vez. ¿Perdí la esperanza?... No lo sé...

jueves, 29 de diciembre de 2016

Volviendo a escribir...

Hola a todos los lectores, sé que ha pasado más de un año en que no publico nada de nada y de verdad que lo lamento. Pero como es fin de año y tengo un asunto en la cabeza que no me puedo sacar, quiero empezar a escribir con un conteo de las cosas importantes de mi vida.

Hace 8 años empecé a leer mangas yaoi (cómics japoneses de temática homosexual entre hombres) y  poco después empecé a escribir fanfictions. Hace 5 años salí del colegio para pocos meses después entrar en la universidad y estudiar arquitectura. Duré solamente 2 años en la carrera, dentro de los cuales empecé el tratamiento para mi depresión. Luego me cambié a estudiar traducción y voy por los 3 años invicta (es decir, sin reprobar una materia).

Bueno, este conteo fue sobre actividades de mi vida o algo así, pero de todos modos me pareció interesante de escribir. En tan solo 8 años he vivido mi vida y experimentado un sinnúmero de sucesos. Salir del colegio fue un gran paso. No me atrevo a decir que mi vida escolar fue mala, complicada sí, pero mala no. Sigo viva, con eso me basta. Para alguien que ha lidiado con depresión durante tanto tiempo, seguir vivo es destacable. Volviendo al tema. Cuando uno sale del colegio, generalmente, tiene la oportunidad de expandir su "burbuja social" y eso es bueno, creces a tu ritmo y a tu manera, conoces gente distinta a la de tu colegio, gente que te agrade y gente que te desagrade, aprendes a tratar con distintas personalidades y aprendes más sobre ti. Hay muchas cosas que nunca aprenderás en el colegio sino que en el transcurso de tu vida.

Por mi parte, como pasé una vida escolar bastante solidaria tuve que aprender a hacer amigos y conocidos en la universidad. No saben cuántas veces me han dicho rara y menos cuántas he metido la pata y a fondo. Hay cosas que aún me dan vergüenza recordar. Pero es parte del crecer. Y aquí vienen mis 5 años creciendo como persona.

En un lapso de 5 años he aprendido a relacionarme con otros, conocí la muerte de 2 mascotas y 1 familiar muy cercano. Lloré las 3 muertes con el corazón roto. Y mi vida continuó. Continúa. Aprendí también qué tan delicado es el cuerpo, cómo se nublan los sentidos cuando cortas tu propia piel y ves la carne ensangrentada entre un tajo de la piel, conocí en el proceso una sala de urgencias bastante perturbadora y triste. Aun recuerdo lo indiferente que estuve en esa situación, me cerré tanto en mi misma esa vez que no recuerdo exactamente el orden de los sucesos, es extraño, en mi memoria esa noche se volvió un escenario en el que nunca estuve presente mentalmente, estando físicamente presente. Mi brazo es testimonio del hecho. También aprendí a trabajar. Y también algunas leyes de trabajo en Chile. Irónicamente, aprendí que me gustaba atender a público, a pesar de mi personalidad reservada. El tratamiento de la depresión me impulsó a buscar y hacer lo que quiera, a pensar por mí y para mí sin lastimar a los que me rodean. Esto significó que me hiciera responsable de mis acciones y mis palabras. Es demasiado fácil culpar a los demás de tus fracasos y penas aun cuando nadie influyó en ti. Gracias a la muerte de mi abuela, quien fue por lejos más cercana a mi que mi propia madre, comprendí lo importante que era vivir. Mi abuela cuidaba mucho sus palabras y su trato con los demás. Ella vivía según el dicho "si no tienes nada bueno que decir, mejor no hables" y en su funeral lo pude experimentar. Es cierto, ningún muerto es malo, pero lo que experimenté no fueron las palabras lindas de los que fueron a despedirla sino que me di cuenta que los conocía a casi todos por las historias de mi abuela. Ese día me di cuenta de lo fuerte que debió ser mi abuela. Es tan fácil quejarse y criticar a otros, pero (conmigo al menos) ella siempre fue capaz de rescatar lo bueno de las personas. Para mí, una persona depresiva que está más cómoda tirando mierda a otros, fue una revelación. Me di cuenta de lo importante que es tener gente que te conozca, lo importante que es tratarles bien y lo consolador que es para los que están en pleno duelo. Pensé, si algo fuera a pasarme, quisiera que mi familia y amigos me despidan con una sonrisa y que sean capaces de acompañarse en el duelo, que tengan el consuelo de que viví.

Hace pocas semanas intenté salir con alguien, interesarme románticamente. Me siento lo suficientemente estable como para relajarme y confiar en otra persona, y lo hice, pero no pudimos durar, no me di cuenta de la inestabilidad de la otra persona. No digo que él sea una persona débil, al contrario, creo que tiene una fuerza interior impresionante para seguir adelante. Lo que digo es que carga con muchas sombras y por ellas no se permite avanzar. Y me preocupa. De a poco he percibido algunas, pero él nunca se ha tomado el tiempo de contarlas, se le salen como parte de una historia inconclusa. Para que se entienda daré un ejemplo fresco. Conversando le dije que me estaba aburriendo de la relación, no nos vemos, cuando nos vemos es porque yo pregunto y siempre tiene un problema que lo atrasa o lo obliga a cancelar, y no pude decir más, al solo criticar su poca disponibilidad de tiempo me respondió que "no somos compatibles" porque él no tiene tiempo y sacó a flote problemas con sus parejas anteriores. No pude decir más, intenté decirle que no quería que termináramos por un tema de tiempo, pero insistió en que no eramos compatibles. Todo lo discutimos en el chat de WhatsApp. Podría pensar que en realidad no le interesaba, que no me quería lo suficiente y que es un imbécil,pero no puedo, en las pocas semanas que estuvimos juntos me sentí querida, pero me di cuenta que tiene temas inconclusos. Le quise y le quiero, también necesito hablar de frente con él para que me aclare algunas cosas, pero no creo que vuelva a intentarlo, es la segunda vez que termina conmigo porque le teme a ciertos hechos de su pasado y yo no me siento capaz de intentar curarlo como pareja, tal vez como amiga, pero no como pareja. Y tengo que ser honesta conmigo misma, yo también tengo mis propias sombras que intento esconder, estoy estable, pero no sé por cuánto tiempo, puede que en cualquier momento me sienta incapaz de merecer el afecto de otra persona, como me pasó antes. Podría cagarlo más de lo que ya está. Pero hay que ver que pasa.

Eso, fin de esta entrada tan... random. La verdad no sé qué quería escribir, pero al fin lo hice y ordené las ideas en mi cabeza. Muchas gracias por leer, deseo volver a escribir, aunque sea estupideces o cosas sin sentido, y si alguien llegó hasta aquí, si alguien soportó este desorden, quiero agradecerle el tiempo que me dedicó. Si tienes algo que contar, algo que descargar, hazlo, sin miedo ni dudas, puedes hacerlo donde quieras, en una libreta, en Facebook, en WhatsApp o en los comentarios de este blog. Como conozco la necesidad de descargarse quiero prestar este espacio para que los demás puedan. Obviamente voy a terminar leyendo todo lo que se comente en el blog, pero no voy a criticarlo, tal vez responda y comente el asunto, pero siempre con el mismo respeto con el que se leyó mi publicación. Eso es todo, muchas gracias de nuevo por leer y ojalá tengan un buen año nuevo que está a la vuelta de la esquina.

domingo, 26 de julio de 2015

Escena lime. SH, Kanade/Yuu, parte 2/2

Rápidamente, Yuu lo siguió hasta el baño y lo interrogó.
- ¿Qué crees que estás haciendo en mi baño? -con la mano en el pomo lo vio sentarse en el inodoro cerrado.
- Pues como verás sólo me he sentado, pero tengo una erección que calmar, así que si me lo permites... -dijo e hizo un gesto con la cabeza, bastante claro para que saliera.
- Oye, este es mi baño y yo también tengo una erección que tratar -señaló lo obvio.
- Qué pena tu vida, ¿no? Lástima que yo no tengo por qué hacerme cargo de ella.
- ¿Cómo que no si tu fuiste quien la dejó así? No seas idiota y vamos a la cama a terminar lo que empezaste -exigió tomándolo por el brazo.
- ¿Qué crees que estas haciendo, idiota? -el tirón que hizo Yuu lo levantó, provocándolo- ¿Tan desesperado por atención estás, acaso? -su pregunta detuvo a Yuu de inmediato y prendió su rostro.
- ¿Algún problema con eso? -desvió la mirada al preguntar, pero agregó viéndolo a la cara- Si no quisiera un poco de tu atención, no seguiría teniendo esta incómoda erección, ¿no crees?
- No, no lo creo. No sé qué estás pensando, mira que jugar con mis sentimientos y apretar mis rollos -insistió ofendido.
- Pero si te estoy diciendo que eso no era lo que intentaba hacer, yo solo... te estaba tocando... porque me gusta... como se siente...
- Definitivamente -exclamó exasperado- no entiendo qué quieres. ¿Podrías cerrar la puerta al salir? -se volvió a acomodar sobre la tasa del baño y empezó a desabrochar su cinturón y pantalón.
Yuu obedeció. Cerró la puerta detrás de sí, pero en vez de quedarse afuera, se quedó adentro del baño. Aún sonrojado, lo vio sacar su erección y acomodar su mano alrededor.
- Me gustaría un poco de privacidad mientras hago esto, Yuu.
Y empezó a mover su mano lentamente, de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba, suspirando. Yuu lo contempló, sintiendo el calor endurecer más su propia erección.
- ¿De verdad te gusta lo que ves? Mírate cómo estás, no tienes manera de negarlo -dijo para molestarlo, sonriendo con malicia, pero la respuesta que recibió lo dejó en su lugar.
- No, no puedo negarlo, me gusta lo que estoy viendo y me duele un poco no poder tocarlo.
- No puedo ganarte -se quejó echando la cabeza hacia atrás y pronto lo invitó-. Ven, acércate.
Yuu no perdió ni un segundo. Se paró a su lado mientras desabrochaba su pantalón, pero Kanade lo detuvo tomándolo de la mano.
- No, primero tienes que disculparte por haberte burlado de mi -Yuu se quejó, pero de todos modos esperó a que le dijera cómo. Él lo guió hasta que estuviera de pie entre sus piernas y le ordenó-. Ponte de rodillas -lo hizo. Kanade separó más las piernas y se acomodó al borde del inodoro, apuntando su erección a la cara de Yuu-, tómalo con la boca... No me pongas cara de cordero degollado, Yuu. Soy un hombre bruto y si no me dejas claras las cosas con acciones, nunca voy a entender.
Le explicó y esperó, sin dejar de mirarlo intensamente, casi que comiéndoselo. El sonrojo subió hasta sus orejas. No podía creerse lo que Kanade le estaba pidiendo ya que nunca lo habían hecho, pero... una agradable sensación de curiosidad lo invadió.
- Después no digas -le dijo- que no te amo -y empezó la labor.
Con la boca intentó primero tomar la cabeza, pero no la abrió lo suficiente, por lo que terminó sólo acariciándolo con la punta de los labios. Luego repitió el intento, buscando otros ángulos, pero ninguno fue exitoso. Nervioso, se acomodó más cerca y se apoyó en los muslos de Kanade. Lo miró desde ese ángulo y continuó, sólo besando la longitud.
El editor ya estaba emocionado con la escena que se desarrollaba frente a sus ojos, pero su cuerpo deseaba más, recordándole las películas porno que alguna vez vio. Sabía que podía entrar a su boca.
- Vamos, Yuu -lo provocó moviendo su mano por su longitud-, esto no es suficiente, por algo te dije que lo tomaras en tu boca.
- Sabes que esto no es un lollipop, no sé cómo hacerlo...
- Mira, solo tienes que hacer lo que te diga. Te acercas -Yuu siguió las indicaciones-, abres la boca e introduces la punta primero. Más, abre más grande -tomó su cabeza por la nuca y empezó a empujarla hacia él-. Así, perfecto, sigue así, Yuu, y... Ya está, tienes la cabeza en la boca -lo vio de principio a fin, atento a sus labios y la forma que tomaban junto al sonido de la respiración de ambos. Soltó su nuca para acariciar sus mejillas, pero como Yuu retrocedió volvió a sujetarlo en el lugar-. No, mi amor, no hemos terminado. Ahora -se relamió los labios y lo empujó- toca hacerme sentir bien -guió el movimiento sin soltarlo hasta que Yuu tomó la iniciativa.
Cerró los ojos y se relajó contra la taza del inodoro. ¡Qué bien se sentía! Las manos de Yuu se aferraban a él apretando la zona interna de sus muslos; su respiración cosquilleaba su pelvis y unos jadeos escapaban de su garganta. A eso además se le sumaba el masaje a su sexo. Sin embargo, a pesar de sentirse tan bien, aún no era suficiente, algo faltaba.
- Cuidado con los dientes, Yuu... -le dijo y apuró el movimiento de su cabeza.
Yuu obedeció al gesto y lo miró, enfocó sus ojos color cobre en las nubes de Kanade, aprendiendose de memoria las expresiones que provocaba. Y de paso, lo excitó más, al punto de impacientarlo.
- Muy bien -apurado lo empujó para que soltara su erección.
Aun cuando le sorprendió la repentina acción, no ofreció resistencia. Cuando Kanade lo tomó del brazo y se levantó de la taza del inodoro, lo siguió parándose detrás de él. Acto seguido, el editor lo tomó de la cintura y lo giró para luego empujarlo contra la pared del baño.
- Disculpa aceptada -gruñó en su oído-, mucho más que aceptada. Quítate los pantalones, ahora -y ordenó tironeándolos a la vez que se frotaba contra el trasero de Yuu.
- ¡Kanade, espera un momento! -exclamó para llamar su atención, pero el editor no hizo caso.
- Vamos, ¿qué esperas? Si no me ayudas los voy a terminar por romper -le insistió, en efecto estirando la tela, amenazando con lograr que el cierre se rompiera.
Sintiendo esto, Yuu no tardó en bajar el cierre y ayudar a que bajara, primero el pantalón y luego sus boxers.
- Eres un bruto... -se quejó con la voz débil. En el proceso de desnudarlo, el elástico de los boxer se había enganchado en su erección y, por causa de la ansiedad de Kanade, bajado de manera un tanto dolorosa- yo también estoy ansioso, pero no te estoy haciendo daño...
- Perdona, prometo que te lo compensaré pronto -besó su mejilla y lo masturbó brevemente.
Movió su mano a un tranquilo ritmo por la longitud y con el pulgar se preocupó de excitarlo más jugando con la piel, sintiendo el presemen salir.
El cuerpo de Yuu temblaba bajo las caricias. El editor ya conocía cómo tocarlo para derretir su cordura y hacerle olvidar todo lo que los rodeaba, sin embargo, al tener una dura y caliente erección presionarse contra su espalda el asistente no podía dejarse llevar por completo.
- Kanade -le llamó girando la cabeza-, quiero más. No me basta tu mano...
- Yo también quiero más -coincidió, soltando su erección y paseando ambas manos por las caderas de Yuu.
Ambos cerraron los ojos mientras sentían sus pieles frotarse. Adoraban esos momentos de intimidad, sobre todo cuando discutían, eso los hacía sentir más unidos, como si así se conocieran más.
Kanade levantó las caderas de Yuu e hizo ingreso de un dedo, provocando un gutural gemido. No dudó en hacerse espacio.
- Tengo ganas de ti, Yuu.. -susurró en su oído-, muchas ganas -sin esperar introdujo el segundo, poniendo extra cuidado en estirar el anillo de carne-. No puedo esperar más...
- Cállate -ordenó Yuu besándolo para lograr su silencio-. Sólo hazlo.
La sonrisa de Kanade se ensanchó de la lujuria y lo hizo. Retiró los dedos del ano de Yuu y los reemplazó con su desesperado sexo. Las palabras se hicieron pocas. Ambos gimieron de manera contenida hasta que entró la parte grande, se miraron a los ojos y se besaron profundamente. Mantuvieron esa postura por un breve momento hasta que Kanade tomó la decisión. Sin dejar de besarle, movió las caderas, entrando más con cada embestida. Los labios de Yuu se perdieron en su boca. Los mordió a gusto y los lamió para morderlos de nuevo. Un par de minutos después, Kanade se corrió adentro.
- Lo siento, estaba a mi límite -se excusó.
- Kanade... -tomó sus manos y enlazó sus dedos- no me dejes a medias... Yo todavía no...
- Lo sé -interrumpió jadeante-, déjame recuperar el aliento.
Yuu gruñó y Kanade sabía muy bien por qué. Su pareja estaba con esa erección desde que se estaban besando antes de discutir. Por lo mismo, la tomó entre sus manos, sujetando las de Yuu de esa manera y volvió a acariciarle. Aun cuando se quejaba por el método, Yuu no lo huía, por el contrario, movía sus manos en conjunto a las de Kanade.
Pasaron un rato así hasta que Yuu logró correrse, sin embargo, no era suficiente. Salió sólo una pequeña cantidad que lo calmaba, pero seguía erecto.
- No es suficiente... -le oyó quejarse.
Y sin decir más, se volteó, lo tomó por las mejillas y lo besó. Introdujo su lengua en la boca de Kanade para desarmarlo y lo empujó hasta tenerlo sentado en la taza del inodoro. Se subió a sus piernas a la vez que le tocaba la entrepierna.
- ¿Ya recuperaste el aliento, no? -sonrió con malicia- Si no lo enderezas con mi mano, tendré que usar otra parte de ti para satisfacer mis necesidades...
Kanade conocía esa sonrisa y esas palabras. Significaba que si no le hacía caso, la mañana siguiente le sería dolorosa.

FIN (de esta escena).

sábado, 20 de junio de 2015

Escena lime. SH, Kanade/Yuu, parte 1

De alguna manera, completamente extraña para su cordura, las manos que sobaban su trasero le excitaban lo suficiente como para causar dolor en su ignorada delantera. Deseoso, lo tomó por la nuca con una mano y con la otra lo abrazó por la cintura, uniendo sus labios en un apasionado beso y chocando sus entrepiernas. Su pareja no pareció incomodarse con el duro bulto, incluso gruñó de placer mientras frotaba sus cuerpos.
- Yuu... -suspiró su nombre entre besos- te amo tanto, Yuu...
Y el castaño le correspondió.
- Yo también te amo... Te amo, Mino-san.
Los dedos tantearon la piel hasta tener la confianza de incluir las palmas y deshacerse de la ropa, sin embargo, cuando ambos torsos se enfrentaron al desnudo, detuvieron sus muestras de afecto por un momento para contemplarse el uno al otro.
Kanade intentó aferrarse al cuerpo de Yuu, sosteniéndolo por los brazos, mientras este último contemplaba su figura. Colocó una mano sobre su pecho y lentamente lo fue conociendo.
- Estás blando... -murmuró más para sí mismo que para Kanade.
- Pues claro, mi trabajo consume mucho tiempo y mucha energía. No tengo tiempo para ejercitarme... ¿Te molesta acaso? -le respondió con evidente molestia en la voz, y por supuesto en su rostro.
Yuu contempló su cuerpo por un breve rato antes de responderle.
- No, en absoluto, sólo comentaba... -de inmediato lo volvió a besar, lenta y profundamente, aferrándose a su cintura y apretando el rollito de sedentarismo que Kanade tenía.
- Tu quieres hacerme enojar... -gruñó separándose de Yuu.
- Solo provocarte un poco... -volvió a acercarse para besarlo, pero Kanade se lo negó-. ¿Te enojaste de verdad?
- Te estás burlando de mi, es obvio que me molestaría.
Kanade se distanció para recoger su polera del suelo y rápidamente se la empezó a poner.
- Espera, ¿qué estás haciendo?
- Me visto porque me voy, se me fueron las ganas de hacerlo contigo.
- ¿Qué? No puedes estar hablando en serio...
- ¿Qué quieres que te diga? Contigo burlándote de mi cuerpo se me fueron las ganas de hacerlo.
- Pero no me estaba burlando de ti, por el contrario, yo sólo... -se quedó sin palabras, no sabía cómo hablar de su fetiche sin sentirse como todo un pervertido.
- Lo que digas. Mira, voy a usar tu baño un rato y luego me voy -dijo haciendo lo dicho.
- Espera, ¿qué?

lunes, 2 de septiembre de 2013

Muchas palabras, mucho tiempo de silencio,
tantos sentimientos reprimidos y tantos labios temblorosos...
¿Dolor?, ¿pena?, ¿vergüenza?, ¿frustración?
Nada se supera, sólo se asume.

martes, 20 de agosto de 2013

¿Qué importa si somos algo más?

N/A: Esta historia fue escrita para el 12vo reto literario del foro mundoyaoi.
La temática es simple: "Comedia Romántica" y de contenido yaoi, es decir, homosexual. Por eso, como única advertencia he de decir que este escrito relata la historia de dos hombres que se hacen pareja. One-shot. ¡Ah!, cierto, me di la libertad de usar muchos modismos a la hora de escribir, espero que en los asteriscos al final quede claro el texto y si me faltó una me mandan un PM y lo corrijo.
Dedicado a mi perrita de 15 años que se murió hace una semana, y un agradecimiento especial a mi profesor Álvaro que gracias a sus comentarios random se me ocurrió cómo desarrollar la historia :)
Resumen: Gracias a un perro, León conoció a su polo opuesto, pero que a su vez era completamente compatible con él. Una amistad tan simple, pero a la vez tan unida que cuando llega el minuto de la verdad, ninguno de los dos parece perturbarse por sus actos.

¿Qué importa si somos algo más?

Los días tranquilos, un cielo despejado justo como en los veranos debería ser y un joven sonriente que trota en medio de la calle. Es fin de semana asique no debería de tener problema alguno con los autos, sobre todo por haber elegido las calles tranquilas de su barrio, en ellas con suerte veía a los perros callejeros que ya sólo lo miraban pasar por la costumbre. Meses atrás se paraban de sus lugares de vagancia, levantaban sus colas y le ladraban, en el peor de los casos lo perseguían hasta que doblara en alguna esquina. Pero ahora ya no, para esta pecha ya podía trotar sin alguna eventualidad que lo pusiera en peligro. Por lo mismo mantenía un ritmo alegre y enérgico mientras tarareaba alguna canción de su mp3.
Siguiendo esa rutina que había mantenido por cuatro años, León, un joven estudiante universitario de veintidós años, iba por su tercera vuelta por el barrio. Le gustaba hacer ejercicio y en algunos casos, buscar nuevas rutas para cambiar el entorno. La música de sus audífonos lo distraía de cualquier otro sonido externo a él mientras dentro de su cabeza repetía el conteo del ritmo que tenía en su andar. A pesar de ser una actitud demasiado descuidada por su parte, y por ende peligrosa, nunca tuvo problema a la hora de cruzar la calle. Como la frecuencia de los autos por ahí era bastante baja no tenía que preocuparse mucho, aun así mantenía la costumbre de detenerse en cada cruce, mirar a ambos lados mientras saltaba en el lugar y cruzaba cuando era adecuado. Frente a todo, él siempre era precavido. Aunque este día iba a ser la excepción.
En uno de los cruces, se detuvo como siempre hacía, miraba a ambos lados y luego cruzaba. Lo que por los audífonos no notó, fue al vecino que, con correa en mano (literalmente), sacaba a su perro. Él simplemente cruzó como siempre hacía, mientras el dueño llamaba dulcemente a su mascota para que saliera detrás de él y se quedara sentado a su lado mientras cerraba la puerta con llave. Una vez afuera le iba a poner la correa, por eso no estaba muy preocupado. Ninguno se esperaba que el perro, al ver a alguien correr, fuera detrás de él y lo derribara saltando hacia su espalda. La repentina sensación de dos patas golpear su espalda lo asustó y desestabilizó, haciendo que cayera sin cuidado; lo único que alcanzó a reaccionar fue girar su cuerpo para caer en su espalda y levantar los brazos para proteger su rostro (y cuello en caso de que el perro quisiera pelear). Con la caída, sus audífonos quedaron en el suelo, pero aun así lo único que podía escuchar era a sí mismo intentando ordenarle al perro para que lo dejara tranquilo.
― ¡Nene! ¡Nene, bájate! ¡Nene! ¡Perro tonto, péscame(1) y bájate de ese tipo!
Con esos gritos de fondo el perro terminó quitándosele de encima en un rápido movimiento y lo siguiente que escuchó fue una disculpa. Se enderezó levemente apoyándose en sus codos viendo a un chico sujetar por el collar al perro que intentaba saltar de nuevo encima suyo mientras movía la cola con mucha emoción y sacaba la lengua, jadeante.
— Oye, ¿estás bien? ¿No te hizo nada? –preguntó preocupado extendiéndole una mano que casi sin fijarse mucho, fue aceptada. Haciendo un poco de fuerza, lo levantó–. De verdad que lo siento, Nene no suele saltarle así a la gente, no alcancé a ponerle la correa. ¿No te mordió, verdad?
— ¿Ah? Ah… ¿No…? –Se revisó los brazos y el cuerpo rápidamente sacudiendo la cabeza–. No, no me hizo nada.
Sólo después de revisar si le había roto la polera o el pantalón se fijó en el chico que tenía enfrente. Era casi de su estatura, tal vez un tantito más bajo, no estaba muy seguro debido a que parecía ser un poco más enclenque. Vestía unos jeans vaqueros y un polerón holgado con el cierre abierto luciendo una polera azul petróleo. El perro que sujetaba por el collar era uno bastante extraño, de un pelaje similar al de un pastor alemán, pero patas medianamente cortas, era como de unos treinta, treintaicinco centímetros de altura, no más. El chico se inclinó hacia su mascota y le puso la correa asegurándolo mientras lo regañaba e hacía cariño en el lomo y cabeza. El animal no parecía muy afectado, con la lengua afuera turnaba la mirada entre su dueño y León, casi podía verlo sonreír tan tranquilo diciendo que no hizo nada malo, que sólo quería saludar, nada más.
— ¿De qué raza es?
— Ah, es un quiltro(2) –respondió sin molestarse en mirarlo mientras le daba mimos a su mascota.
— ¿Un quiltro?
— Perdón –se enderezó a mirarlo–, es un mestizo, de pastor alemán con… algo supongo –rió rascándose el cuello–. Lo adopté en el invierno, estaba merodeando el sector, solito. Un poco de comida y se quedó conmigo, antes de que me diera cuenta ya estaba metido en la casa.
— Ya veo –tomó sus audífonos y se los reacomodó–. Bueno, ya me tengo que ir…
— Claro, de nuevo, lamento tanto que te haya saltado de improviso encima.
— Descuida, no pasó nada, sólo un casi paro cardiaco –rió suavemente en un gesto que le indicaba al otro chico que se quedara tranquilo.
— Está bien, que tenga un buen día –correspondió la sonrisa y acomodó la correa de modo que el perro se volviera a sentar debido a que se levantó cuando León se preparó para continuar con su rutina de ejercicios.
Intercambiaron las últimas palabras de despedida y cada uno se fue por su lado. El chico con su perro a un lado y León con su música puesta. De ese encuentro no se esperaba más, aunque por las semanas siguientes, agregó a su recorrido como calle fija ésta en la que conoció a ese chico con el quiltro que lo derribó. Pronto empezaría su octavo semestre y su cabeza se llenaría del conocimiento que lo ayudaría a desarrollarse como profesional. Este encuentro se guardaría en su memoria como "el día que un perro chico lo derribó" y lo recordaría con una sonrisa divertida.
En cuanto se reencontró con sus amigos de la universidad a la que iba, se puso al día de todos los chismes de quién se besuqueó(3) con quién en la fiesta de fin del semestre pasado, quienes empezaron a salir y quienes terminaron. Además comentaban de sus profesores, qué sabían de cada uno, se reían de quien los había buscado en internet encontrando su Facebook y lo fomentaban a que les contara más; entre cuento y cuento, una compañera les habló de que, en el ramo de los miércoles en la mañana (que daba por casualidad ser justamente al que estaban esperando que empezara), un compañero de intercambio que venía de Argentina tomaría algunos ramos con ellos. Las expectativas no se hicieron de rogar. Las chicas empezaron a alucinar con cómo sería, si tal vez rubio y de ojos claros como los que habían visto en las series o películas argentinas, una personalidad canchera(4) y coqueta como algunas había experimentado, y unas pocas se quejaban de la gran probabilidad que fuese un ególatra o algo por el estilo, que tal vez sólo les hablaría de Maradona, Messi y el Papa Francisco(5). La espera sólo las hacía imaginar todos los estereotipos argentinos que fueran conocidos en Chile y casi que le exigieron a los chicos que, si llegaban a saber quién era, les informaran de inmediato y, obviamente, los presentaran.
La animada conversación casi que se guiaba por sí misma y León decidió abstenerse de opinar mucho, en su lugar optó por reír fuerte ante cada loca ocurrencia de sus amigas. El tema terminó cuando el profesor del ramo llegó e inició la clase. Las típicas presentaciones del profesor a cargo de la clase y los ayudantes se hicieron de manera breve, también se explicó el programa del curso y sus reglas. Una vez todo claro, el profesor siguió con el contenido de la primera unidad que trataría ese semestre. Nada más que decir el respecto, era sólo la nueva rutina que mantendría León durante unos cinco meses más o menos.
Sin darle mucha importancia, el puesto que estaba a su lado lo ocupó un estudiante que no regularizaba su grupo de amigos y, sin mirarse, ambos tomaron apuntes de la clase. Los asientos eran como esos pupitres de una mesita diminuta más molesta que útil que se podía colocar para su uso o mantener abajo. Casi todos los estudiantes se tiraban en esas sillas, sin ser León o este estudiante la diferencia. Ambos se apoyaron contra el respaldo y acomodaron sobre sus piernas el cuaderno, cada cierto rato cambiando de posición y/o pierna. De reojo, León notó que este muchacho escribía bastante, tomaba apuntes de todo lo que decía el profesor, o al menos eso le parecía, mientras él sólo miraba hacia adelante jugando con el lápiz entre sus dedos y anotando de vez en cuando una definición o termino importante a su parecer. El profesor, a medida que explicaba, se perdía por las ramas del tema, daba algunos datos curiosos y otros comentarios sin sentido, para luego retomar el hilo. Más de una vez le sacó unas sonrisas y carcajadas a la clase entera con sus excentricidades. Pero entre los comentarios sin sentido que hacía empezó a hablar de la diferencia del hombre con los animales, en un principio poniendo un tono serio, casi solemne, y luego se fue por las ramas hablando de cualquier tontera.
— Los animales no son inteligentes como las personas, ellos actúan por instinto… Eso sí, los perros están por sobre los peces. O sea, ¿cuál es la gracia del pez?, nada que nada y nada hace, mientras que el perro aprende conductas y las usa a su beneficio… aunque Nemo es distinto, él… –decía mientras la clase se inundaba de carcajadas, y hablaba muy serio, pero muy consciente de las cosas ridículas que decía.(6)
León reía a carcajadas sin vergüenza ni pretendiendo taparse la boca, no podía creer que su profesor tomara de ejemplo una película animada. Además de la voz de su profesor y compañeros, escuchó con interés al estudiante que desconocía hacer un comentario, más para sí mismo que otros en realidad, sonriendo con una mano tapándose un poco la boca.
— Pues claro, Nemo viajó y buscó su libertad, él es un pez excepcional.
Por ese comentario León no pudo aguantarse mucho y exclamó:
— Y no olvidemos a su padre que si no fuera por él no tendríamos a Nemo como ejemplo de la clase.
— Ah, pero obvio, sin su esfuerzo ni película tendríamos y Nemo estaría muerto.
Ambos rieron y continuaron con la clase como si nada. Más risas provocadas por su profesor se hicieron escuchar y más comentarios surgieron entre los dos, complementando su diversión. Al término de esta, León estuvo atento a la lista y cuando notó a este chico responder a ella se volteó a saludarlo. Colgando su bolso al hombro, se paró mirándolo ordenar sus cosas y cerrar su mochila.
— No estuvo tan mala la clase, ¿no te parece?
Sonriendo el chico levantó la cabeza a responderle.
— Cierto, aunque yo me esperaba que se tomara las tres horas para hacer la presentación del ramo, no que pasara materia.
Una vez sus ojos se conectaron, sus palabras se quedaron en el aire. El chico que estaba sentado vestía unos jeans vaqueros azules y encima un polerón holgado muy familiar para León.
— ¿Es mi imaginación o ya nos habíamos conocido antes? –preguntó León tomando la palabra, tanteando terreno por si acaso.
Este chico hizo un movimiento positivo con la cabeza y se levantó, acomodándose la mochila al hombro.
— A mí también me da esa impresión. ¿Tú trotas por la calle M(7), no?
— Sí. ¿Y tú paseas a un perro pastor alemán, no?
— Quiltro de, pero sí. No me digas, ¿tú eres el chico al cual Nene derribó hace unas semanas?
— ¿Nene? Ah, así se llama. Pues sí, soy yo…
Sonrió algo avergonzado de eso rascándose la nuca. El chico lo miró con una expresión mezclada de sorpresa y diversión, se reacomodó la mochila y rió.
— Que extraña casualidad, no esperaba volver a verte sin mi perro –comentó, estiró su mano con una sonrisa en el rostro–. Por cierto, me llamo Matías.
— Yo León –aceptó su mano estrechándola.
El gesto le había parecido algo extraño, nunca había tratado con alguien de su edad de esa forma, pero tampoco le fue molesto. Sólo le pareció bastante curioso y divertido. Se dieron un firme apretón de manos por unos breves segundos y conversando salieron de la sala como el resto de la clase. Sentados en la cafetería, León se enteró que su nuevo amigo era argentino. Obviamente no pudo evitar exclamar:
— ¡Asique tu eres el famoso estudiante de intercambio!
La expresión le pareció extraña a Matías, pero terminó riéndose por las cosas que León le contaba según el chisme de sus amigas. Así fue como le aclaró brevemente que no era un estudiante de intercambio, sino que se había cambiado de universidad debido a que de ahora en adelante viviría en Chile. Hablaron de la carrera, los ramos que tenían, los profesores –León aprovechó de contarle un poco de los profesores con los cuales ya había tenido clases para que se hiciera una idea– y cosas más personales como su edad, cuanto tiempo estuvo Matías en Argentina, el ejercicio de León y cuantos perros se le habían tirado encima para empaparlo de besos(8).
Sus conversaciones fueron gratas, en poco tiempo ya estaban haciendo equipo para los trabajos grupales y, a pesar de sus distintas personalidades, lograban un excelente resultado, juntos. Por lo general, León era una persona muy alegre, llena de energía y ruidosa, si tenía ganas de saltar, lo hacía, aunque fuera en medio de la calle; mientras que Matías era muy tranquilo, su expresión facial no dejaba mucho espacio para leer cómo se sentía debido a que raras veces cambiaba de su sonrisa sociable a una que expresara lo que de verdad sentía. Obviamente, esa era una característica con la cual León se divertía mucho ya que la cara de Matías se hacía mucho más expresiva sólo con el profesor de las clases de los miércoles en la mañana.
En las demás clases que compartían Matías se encargaba de atraer su atención. León, al ser muy inquieto, no podía mantenerse por más de media hora quieto o callado. En un principio, Matías le decía que prestara atención al profesor y luego, para que no lo bombardeara con preguntas, lo invitó a que levantara la mano y le preguntara al profesor directamente. Tal vez era por eso, con las preguntas y aclaraciones que pedía al profesor, lograban hacerse una idea más clara de lo que debían entregar.
Se llevaban sólo dos años de diferencia, siendo León el mayor, pero varias veces se hacía más que evidente quien entre los dos era el más niño pequeño para actuar. Por eso, para molestarlo un poco cada que se ponía demasiado inquieto, Matías lo llamaba pibe y lo invitaba a los juegos infantiles de la plaza que estaba cerca de su facultad, a cambio, León le pasaba un palo cualquiera para "que no se caiga el tata(9)". La actitud tan madura y tranquila del menor contrastaba con tal obviedad a la infantil y energética de León. Parecían dos polos opuestos, muchos se los habían dicho y ellos les daban la razón… hasta que empezaban a hacer bromas con su sentido del humor bastante peculiar, pero que era el que más los unía.
— Matías, ¿sacas a pasear muy a menudo a Nene? –preguntó un día León, sujetando su cabeza contra ambas palmas de sus manos y manteniéndola en alto por los codos apoyados sobre la mesa del casino.
— De vez en cuando, una vez a la semana generalmente. ¿Por qué preguntas?
— Por nada en especial –ensanchó la sonrisa que portaba en su rostro y curioso agregó–. ¿Salen sólo a caminar o también hacen otro tipo de ejercicio?
— ¿Es mi imaginación o estas planeando algo? –alzó la ceja diciéndole con los ojos que ya sabía a qué iba y que, otra vez, no le resultaría.
— ¡Vamos, Matías! Una vez, por favor, sal a trotar conmigo –pidió haciendo puchero.
— ¿Cuántas veces tengo que decirte que no? ¿Y no estás un poco grande para hacer esas caras?
— Es que yo quiero que me acompañes, aunque sea una vez. Puede ser cuando salgas a pasear con Nene, no me molesta.
— No, pibe, te he dicho varias veces que no quiero hacer salir a trotar.
— Vamos, tata, sólo una vez, te aseguro que no te matará. Hasta podrías bajar un poco esa pancita.
— ¡Pero si no estoy gordo!, no lo necesito.
— Cierto, no estás gordo… por ahora. Si hicieras mi rutina de ejercicios te aseguro que tendrías los abdominales tan bien marcados como yo.
León levantó su polera mostrando su bien esculpido abdomen para mostrarle el ejemplo, sonrojando a su amigo que saltó de su asiento para bajarle la polera.
— ¿Cómo puedes ser tan descarado y hacer eso en cualquier lado, sobre todo en el casino? –Murmuró bajando la mirada–. Llamas mucho la atención…
Sin vergüenza, León miró a su alrededor notando algunas chicas conversando entre ellas mirándolo de reojo, algunas fingiendo una cara de póker y otras volteándose riendo tímidas. A Matías le molestaba mucho que llamara la atención por los espectáculos que a veces daba, sobre todo cuando el público que atraía en su mayoría era femenino. Con un suspiro le dijo tomando su mochila.
— Está bien, te acompañaré a trotar, pero no vuelvas a hacer eso. Es molesto…
— Claro, como digas, Mati –sonrió y saltó victorioso por al fin convencerlo–. ¿Está bien que salgamos el sábado en la mañana?
— ¿No puede ser mejor el domingo? Nene está acostumbrado a salir ese día.
— Domingo será entonces, por mi ningún problema.
— Veo que estás muy animado –le comentó mirándolo molesto y saliendo del casino. León lo siguió de cerca.
— Llevo todo el semestre intentando convencerte, ¿cómo no lo voy a estar? –Saltó a su lado hasta que notó la mirada–. Pero oye, no te enojes conmigo, por favor. Disculpa si te incomodé allá, tú sabes que no lo hice con esa intención…
— Si sé, tonto, pero a veces me gustaría que recordaras el lugar dónde estás y lo que puedes hacer –suspiró.
— Sí, lo siento. ¡Ah!, pero no puedo evitarlo, cuando quiero conseguir algo tu sabes que me esfuerzo en ello.
— Que pibe más caprichoso que eres…
Ante su comentario, León se colgó de su cuello riendo divertido y molestándolo un poco. Terminaron de organizar su salida del domingo quedando con que se encontrarían en la plaza más cercana a sus casas a las ocho de la mañana con Nene, el perro de Mati, para acompañarlos. Pero la hora del encuentro se tuvo que retrasar por un detalle muy simple: Matías no es un buen madrugador. Casi a las nueve de la mañana llegó al punto de encuentro bostezando y con su cabello negro corto peinado por la almohada.
— Veo que dormiste bien –bromeó León haciendo el intento de peinarlo sin mucho resultado–. Me pregunto qué dirían las chicas si te vieran así.
— Tampoco es como si las fuera a desilusionar más que cuando supieron que no era rubio y que sólo tenía los ojos claros. Además, esto –señaló su cara y la desordenada vestimenta deportiva– es tu culpa… Acostumbro a pasear a Nene en la tarde. Se me olvidó que los domingos yo duermo… y mucho –bostezó intentando peinarse también–. ¿Y, cómo lo vamos a hacer? –preguntó haciendo el intento de estirarse para oxigenar su cuerpo y despertarse.
— Exactamente vamos a hacer eso primero –le indicó.
Le enseñó cómo hacer correctamente los estiramientos previos para empezar a trotar explicándole la importancia de cada uno.
— ¿Te sientes más despierto ahora?
— Hmmm… un poco.
— Entonces empecemos, tú sólo sígueme, ¿ya?
El argentino asintió y trotando a su lado empezaron el recorrido. No iban muy rápido, por lo que el perro iba tranquilo al lado de su dueño sin tirar de la correa. León le platicaba desde cuando hace esta rutina, porqué le gusta y otras cosas relacionadas, Matías sólo asentía ahorrando el aliento. Inconscientemente el mayor cambió su forma de trotar levantando más sus rodillas con cada paso llamando la atención del perro. Nene se puso delante de él en dos patas e hizo el gesto de apoyarse. Cambiando el ritmo León lo calmó dejándolo a un lado.
— A Nene le gustan los deportistas –rió mirando a Matías.
— Le salta a cualquier cosa en realidad, apenas tiene dos años –le dijo mirando a su perro.
— Oye, ¿no me habías dicho que no acostumbra hacerlo?
— Bueno… Mentí, todavía es muy inquieto, pero no quiero que se meta en problemas y que la gente le haga problemas. Por si no lo sabías, para muchos, un perro tan inquieto como lo es Nene es peligroso y arman todo un escándalo. Si les digo que lo hace a menudo dirán que es un peligro, si no digo nada dirán que no controlo a mi perro y que hasta le fomento esa actitud "agresiva", y si digo que no acostumbra a hacerlo… pues me da tiempo para pensar cómo echarle la culpa a la persona en cuestión –sonrió como si fuera lo más obvio del mundo.
— ¿En serio hacen eso las personas?
— Por donde yo vivía en Argentina sí, y mucho. Por eso terminé adoptándolo, primero sólo le dejaba un plato de comida en la calle, pero cuando las vecinas empezaron a hablar sobre llamar a alguien para que se lo llevara porque era "peligroso" lo metí a la casa.
— Ya veo… Espera, ¿entonces cuando te mudaste a Chile te viniste con él?
— No podía dejarlo solo allá, tenía que traérmelo. Sólo míralo –detuvo su trote, para arrodillarse junto a su perro y, tomándolo por el cuello haciéndole cariño, le señaló–, ¿de verdad crees que un perro con esta cara –el perro estaba jadeando con la lengua afuera y mirando con una sonrisa a su dueño y a León– pueda hacerle daño a alguien?
— No, no lo parece –rió León, también arrodillándose frente a Nene haciéndole cariño en la cabeza–. Igual este perro me parece extraño; generalmente yo no le caigo bien a los perros, tengo que esperar a que se acostumbren a que soy del sector para que no me ladren o en el peor de los casos me persigan. Tu perro no es el primero en saltarme encima, pero si el primero en hacerlo para lamerme.
— Que extraño… Los perros generalmente atacan a quienes no son buenas personas y tú no pareces una de esas –comentó Matías mirándolo extrañado y luego se dirigió a su perro haciéndole caritas–. ¿Verdad que León no parece malo? ¿Verdad que no?
León rió a carcajadas por sus expresiones, provocando que el otro se sonrojara y que el perro le saltara encima, aprovechando así la mala postura en la que estaba, derribándolo.
— Lo siento, lo siento, ya me calmo, ya me calmo –exclamaba entre risas haciéndole cariño al perro que insistía en lamerle la cara.
La situación de pronto pareció tan hilarante que Matías ni se molestó en quitarle el perro de encima y también se puso a reír. Una vez que se cansaron, tomó a su perro y caminaron de vuelta a la plaza en la cual habían empezado el recorrido. Aún con energía León insistió en seguir haciendo ejercicio mientras que Matías se tiraba al pasto junto a Nene para descansar. Entre pucheros para que continuaran y negaciones, el perro pasó a manos del hiperactivo quien se tuvo que conformar con correr con él. Recorrió la plaza junto al perro dando un par de vueltas más hasta que se le ocurrió una idea traviesa.
— ¡Nene, vamos por tu dueño! –le exclamó al perro que pareció entender perfectamente sus palabras y corrió hacia donde su dueño descansaba.
La carrera no fue muy larga, pero sí complicada de mantener ya que el perro se entusiasmó y, en vez de quedarse con su dueño, pasó de largo saltándolo sobre él como si de un obstáculo se tratara y León iba a hacer lo mismo, si no fuera porque Matías se semi–sentó al ver a su perro pasar de largo por encima suyo. León, intentando frenar terminó por tropezarse y caer sobre su amigo, escapándosele la correa.
— ¿Mati? –Tartamudeó– ¿Mati, estás bien? ¿Te pegué muy fuerte? –se apoyó en sus codos mirándolo a la cara que mostraba una expresión de dolor.
— ¿Sos boludo(10) o te hacés? ¿Cómo tan bruto? –Exclamó molesto llevándose una mano a la cara– ¡Ah! ¡Joder(11), qué bruto sos!(12)
— ¡Lo siento!, ¡lo siento!, ¡lo siento! ¡Fue un accidente, Mati! ¿Te pegué muy fuerte? ¿Dónde te pegué?
— ¡Quítate de encima, boludo! –Lo empujó y se sentó quejándose– Ah, que bruto sos, boludo…
— Lo siento, de verdad que lo siento, Mati –hizo un puchero recibiendo como respuesta un gruñido y esperó a que siguiera quejándose o lo empezara a regañar, pero como nada vino por un rato, comentó–. Oye, Mati, ¿te puedo hacer una pregunta?
— ¿Qué querés? –gruñó peinándose un poco, sin mirarlo.
— ¿Cómo es que nunca te había escuchado el acento argentino así de marcado hasta ahora? –preguntó poniendo cara de perrito regañado, pero curioso.
— ¿Ah?, ¿acaso nunca me habías escuchado? Es obvio que tenga acento argentino si nací y crecí allí. No se me marca mucho porque tanto mis padres como la mayoría de la gente con la que trataba eran chilenos o hijos de, por eso pasa casi piola(13) mi acento –le respondió sin ningún problema, pero aún molesto en la mirada y la voz por lo recién sucedido.
— Ah, ya veo. No era que no me diera cuenta, es que casi no se te siente y ahora como que te salió del alma –dijo algo tímido.
— ¿Acaso quieres que te diga boludo en vez de pibe de ahora en adelante? No importa, ¿a dónde se fue Nene? –Miró alrededor y lo encontró entre los juegos infantiles– Ayúdame.
Aun quejándose de su bruto amigo se levantó para ir a buscar a su mascota, siendo seguido de cerca por éste. No le costó mucho tomarlo por la correa y volver a tenerlo cerca, pero como el perro estaba muy inquieto por el ejercicio, lo tironeó e hizo perder el equilibrio siendo ahora él quien cayera sobre León.
— Esto parece chiste… –se quejó mirando a su perro alejarse de nuevo y suspiró, antes de dirigir la mirada hacia su amigo–. Como peso muerto dueles, pero como colchón eres bastante cómodo –comentó y dejó caer su cabeza contra el pecho de su amigo, suspirando de nuevo.
— ¿Ves que es bueno estar en forma? –rió por su comentario. Sin darse cuenta, cuando Mati cayó encima de él, reaccionó a sujetarlo por la cintura y todavía no lo había soltado.
— Si, veo que tiene sus ventajas, ahora eres mi colchón.
— Oye, yo no soy un colchón. Y si hicieras más ejercicio, tú también tendrías tan buena forma como yo y hasta no te caerías con tanta facilidad.
— Mira quién lo dice, el que hace menos de cinco minutos se cayó encima de mí.
— Eso es culpa de Nene y tuya. De él porque corrió muy rápido y tuya porque te tuviste que sentar –se defendió–. Si hubieras estado haciendo ejercicio conmigo esto no hubiera pasado –intentó reprocharle, pero su amigo sólo se reacomodó sobre su cuerpo para verlo a la cara.
— Y le das con la tontera. Mira, basta y sobra con un musculoso hiperactivo, déjame ser. Yo soy el tranquilo y tú el inquieto, así estamos bien.
— Creo que tienes razón, está bien, nos quedamos así –sonrió alegre y le dio, sin pensárselo mucho, un corto beso en los labios.
— ¿Te había dicho antes que eres como un cabro chico(14)?
— Creo que sí…
— ¿Si?, entonces déjame corregirlo: eres un cabro chico.
Ambos cerraron los ojos y se besaron lentamente, sin vergüenza, sin timidez, sin consciencia del lugar (menos mal que no habían niños cerca sino las señoras les habrían hecho toda una escena y charla de decencia y moralidad). Después de ese beso, se miraron a los ojos sin pronunciar ni una palabra, era sólo la sonrisa de León y los ojos de Matías los que hablaban en ese momento. Volvieron a besarse, pero pronto fueron interrumpidos por la lengua intrusa de Nene.
— ¡Ah! ¡Qué asco, Nene! –exclamó entre risas el argentino, girando la cara para que su perro no lo lamiera más.
— ¡No, Nene! Tú lo tienes todos los días para ti solito, préstamelo un rato –rió León rodando con Mati entre sus brazos y terminando encima suyo y volviendo a besarlo.
— ¿Cómo que quieres pedirme prestado por un rato, boludo? De mí no te libras fácilmente.
Siguieron besándose un poco más hasta que León se cansó de los "besos" que les daba a ambos Nene y puso sobre su espalda a Mati, jugando otro poco hasta que los tres se cansaron. El perro ya se había calmado un poco y hasta sentó esperando a que su dueño volviera a poner los pies en la tierra. Al mirar la hora acordaron que ya era la hora de almorzar y se fueron hacia la casa de Matías, quien se quejaba insistiendo que no necesitaba que lo acompañara a su casa. Ni a León o a Matías le molestaba asique las quejas no fueron serias y menos tomadas en cuenta y menos a pecho.
— Al final fue más divertido de lo que esperaba –comentó Matías sacando las llaves de la casa.
— ¿Y no te cansaste mucho o sí?
— No, no me cansé mucho, pero si terminé golpeado –había cierto reproche en su voz cuando mencionó lo último.
— ¡Lo siento, fue un accidente! –exclamó como niño pequeño deteniéndose en la puerta de Matías mientras éste abría, riéndose.
— Sí, si ya sé, hace rato me quedó claro –abrió la puerta y metió primero a su perro, preparándose para despedirse.
— ¿Oye, puedo hacerte una pregunta? –lo retuvo León.
— Ya la hiciste.
— Que literal eres –volvió a usar el tono infantil y acercándose a su rostro preguntó serio–. ¿En qué quedamos ahora?
— Si me dejas a mí la decisión yo diría… –hizo una pausa pensándolo– que estamos saliendo, yo ya te dije que de mí no te librarías tan fácilmente. ¿Tienes alguna objeción?
— No, ninguna –cortó la distancia y lo besó lentamente–. Entonces hasta mañana…
— Hasta mañana –se despidió con una sonrisa y cuando ya se habían separado un poco. Se acomodó en el marco de la puerta–. A menos que quieras almorzar pizza…
— Si tanto insistes –rió con travesura, casi que saltando a la puerta.
— Ah, bueno, no quiero que lo hagas porque yo insista. Puedes irte, nos vemos mañana.
— ¿Ah? No seas malo conmigo, Mati, ya me invitaste y yo quiero –lo abrazó quejándose con un puchero y entre risas terminaron entrando.
Si se detenían a pensar por un momento el nuevo estado de su relación, ambos estaban de acuerdo con que era raro, no porque su proximidad se sintiera extraña, (al contrario, se sentía muy bien y estaban cómodos así), sino porque consideraban el pequeño detalle de su género y que desde pequeños fueron educados para ser simplemente amigos con los del mismo género y apuntar a algo más con el contrario. Aun así, no sintieron ni un dejo de molestia con el tema y hasta se preguntaron ¿por qué debían de dudar? ¿Qué importaba si ahora eran algo más? No perdían nada con intentarlo y quisieron ser egoístas: No querían negarlo.

¡~Fin~!

(1)Péscame: De pescar. Tomar en cuenta a alguien o a algo.
(2)Quiltro: Perro sin raza definida.
(3)Besuqueó: De besuquear, sinónimo de besucar. Besar repetidamente.
(4)Canchera: De actitud entradora, coqueta.
(5)Personajes de nacionalidad argentina.
(6)Ese fue, más o menos, el comentario de mi profesor que ayudó a que se creara esta historia xDD
(7)No quise preocuparme en ponerle nombre a la calle, por eso será simplemente M. Aclaro por si acaso.
(8)Lengüetazos básicamente :P
(9)Tata: Padre o abuelo de alguien.
(10)Boludo: Necio, estúpido, pavo.
(11)Joder: Provocar a alguno molestias o incomodidades, en particular si con ánimo jocoso.
(12)Sos: Segunda persona singular informal (vos) del presente de indicativo de ser.
(13)Piola: Disimulado e inadvertido.
(14)Cabro chico: Ser humano de sexo masculino de corta edad, en especial el que no ha llegado a la pubertad.
PD: Si hay alguna expresión o palabra que la sientan ofensiva (cosa que nunca fue mi intención), avisenme para ver cómo la arreglo.

lunes, 27 de mayo de 2013

"Sacame la chucha, a ver si así el miedo y el dolor físico me quita esta angustia."

Que título más extraño... lo irónico es que lo escribí en enero, pero me lo guardé porque es una frase muy personal y que cuando lo escribí me hacía llorar.

Sacame la chucha, a ver si así el miedo y el dolor físico me quita esta angustia.

Cada que leo esa frase me pongo a pensar y  me pregunto "¿Por qué, si te sientes mal, te ofrecen una bofetada?", simplemente no lo entiendo. Durante mis casi 20 años de vida me he dado cuenta que es una oferta bastante común, pero que en lo personal hace mucho daño.

Me acuerdo que hasta hace unos... ¿tres años, tal vez?, cada que me ponía a llorar, rogaba al cielo que  me anulara los sentimientos. A veces tenía un buen día con unos conocidos y volvía super feliz a la casa, pero cada que sucedía eso, cada que me sentía así de feliz, terminaba deprimida. Siempre, siempre, algo sucedía, algo por lo cual bajar la cabeza, algo por lo cual reprimir las emociones, algo para que cuando me encontrara a solas recordara el lindo día que había pasado y viera lo negro que había terminado. En lo personal, cada que me pasaba eso sentía que mi existencia no es compatible con el mundo. Si sé que ese pensamiento es uno muy amargo, pero es difícil controlarlo, es demasiado triste que esos momentos que te llenaron el corazón de luz se vean opacados por esa negra nube.

"Después de la tormenta, viene el sol", dicen...

Ya ni sé que tan cierto sea eso, pareciera que mi sol está opacado por una constante neblina, es como si la tormenta fuese enorme, pero con unos pequeños quiebres que me abrigan, unos que supongo son demasiado pequeños, digo, porque rápidamente vuelvo a sentirme mal y pierdo el interés en el día a día.

 Decir que ya no me interesa el mundo o la vida, ¿es algo egoísta y digno de una niña caprichosa?

¿Qué hago con mi vida? es una pregunta muy recurrente ultimamente en mi cabeza. No me interesa el mundo y estoy llegando a un punto en el cual veo que no vale la pena continuar con esta molesta vida, después de todo, nacimos para morir, nada de lo que hacemos en vida lo llevaremos con nosotros a la muerte. Por lo mismo dicen que hay que disfrutar la vida y el día a día, supongo que así uno justifica su existencia. Pero ¿qué pasa si no disfrutas la vida y el día a día?, ¿qué pasa si no lo haces, no porque no quieras, sino porque no puedes?, ¿acaso tienes que seguir viviendo la vida y soportar el día a día que sólo te hace llorar más?

"Después de la tormenta, viene el sol", vuelve la frasecita. ¿Alguien puede explicarme entonces cuándo se acabará la tormenta?, porque al menos a mi, ya me está dejando sin fuerzas.

¿Por qué nací?, ¿por qué existo?, ¿soy necesaria?, ¿afectará en algo mi existencia o puedo echarme a morir de una vez por todas?

Soy joven, dicen. Por ende, es muy probable que estas dudas existenciales sean obra de las hormonas adolescente, a pesar de tener estas mismas preguntas en mi cabeza desde que tengo memoria...

Pero soy adulta, también dicen según mi edad. Por ende, yo tomo las decisiones, yo decido. Aunque siempre tengo que esperar la aprovación de alguien...

No puedo evitar sentirme sola en esto, claro que hay gente que me escucha y me intenta ayudar (sobre todo ahora), pero ellos no entienden... Ellos no saben qué es cargar con todo esto en la cabeza. Agradezco su ayuda, sonrío a sus consejos e intento aplicar sus palabras a mi vida, pero cada  que los intento compatibilizar con mi vida, veo que no encajan, que son inútiles.

Pero claro, entre tanta amabilidad, aún hay algunos que me ofrecen bofetadas... Y no sé qué pretenden con eso, en vez de re animarme me amargan más. Por eso he llegado a pensar "Sacame la chucha. A ver si el miedo y el dolor físico me quita esta angustia". Pues, es obvio temerle al dolor, es normal sentir miedo, pero ¿acaso es así como se arreglan las cosas, a golpes y/o bofetadas?

Simplemente no lo entiendo... Si así fuesen las cosas, ¿por qué no simplemente me dejas morir? También es una solución, una violenta, pero una al fin y al cabo.



Entonces... desde aquí, después de escribir esto... me pregunto...

¿De verdad seré tan egoísta sólo por no hallar la forma de disfrutar la vida...?