domingo, 30 de septiembre de 2012

Un día te vi y todo cambió.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, lágrimas de pena y dolor. Caí al suelo intentando contener lo imposible negándome una y otra vez que no es real, que lo que vi ahora no era real, pero desgraciadamente cuando te volví a mirar descubrí que no era mentira, era real.

Perdiste tus alas.

Te agachaste y me tomaste por los hombros preguntando que sucedía con la misma amabilidad de la última vez. Cegada en mi llanto me arrojé contra tu pecho escondiendo en él mi rostro y con ambas manos te apreté contra mi llena de impotencia.
Me devolviste el abrazo con tus cálidos brazos, los mismos de la última vez que me trajeron a la vida.
Me hiciste cariño en la espalda preguntando con preocupación que sucedía, pero no podía decírtelo. Simplemente no podía...

Si tan sólo supieras que tan importante eras para mi...

Nunca pensé que este día llegaría, esperé tanto por este día que en realidad dejé de esperarla y me ilusioné. Tu fuiste mi razón, mi luz, mi calor, mi día, mi noche y mi esperanza.

Fuiste mi Ángel...

Fuiste mi Ángel por tantos años que ahora me parte el alma no ver tus alas, las únicas que me mantenían esperanzada y deseosa de conocer el significado de estar vivo.

¿Dónde está ahora mi luz al final del camino si esa eras tu, tu quien te has apagado?
¿Fueron acaso los años?
¿Fue la distancia?
¿O fui yo...?

¿Qué será de mi sin tu luz?

No quiero volver a perderme, me costó tanto encontrarme, pasé por tanta soledad al intentar encontrarme y también mucho dolor al seguir tu luz que me llevó a un lugar mejor...
Sólo el recuerdo de esas alas permanece en mi, no hay más. Ni siquiera tu presencia que ella se llevó.

Ángel...
¿Volverás algún día a mi...?

¿...o tendré que volver a esperarte por otros dieciocho años?

Donde sea que te hayas ido ahora, te pido por favor, desde los brazos de este hombre que alguna vez fue tu personificación, con estas misma lágrimas amargas que derramo sólo por ti al sentir que me has abandonado, que me cuides, protejas y guíes.
Hoy dejo libre a este hombre al cual le entregué mi corazón para que lo cuidara de los insensibles con tus alas y desde mañana lo guardaré yo nuevamente. No lo volveré a entregar a nadie que no seas tu, mi querido Ángel, pero tampoco lo esconderé en una caja de cartón. Lo devolveré a su lugar que es dentro de mi caja de piel, la cuidaré de los insensibles y protegeré hasta que vuelvas a mi Ángel.

Te espero y lo sabes...